Secreto que se guarda o vergüenza que se oculta: la Configuración subjetiva de la violencia intrafamiliar (página 2)
Para diversas ciencias, la
transformación de los patrones demográficos a nivel
mundial, se ha convertido en reto que precisa el estudio de este
grupo
etáreo, de manera que se logren determinar no solo sus
características y potencialidades, sino las
problemáticas de toda índole que le afectan. Para
la ciencia
psicológica, abordar el proceso
evolutivo del ser humano implica el análisis de las particularidades
psíquicas del individuo en
cada etapa de desarrollo,
los logros que alcanza, as como las formaciones de la
personalidad que marcan la dinámica de la regulación
comportamental. Siendo así, cobra gran importancia el
estudio del proceso de desarrollo del geronte, sus
particularidades y las problemáticas que potencian o
dificultan el mismo.
A medida que el individuo transita por el ciclo existencial
cambian continuamente sus particularidades; su actividad
directriz, el sistema de
comunicación en el que se inserta el
individuo y las neoformaciones que desde el punto de vista
estructural mediatizan su auto expresión. Llegar a un
nuevo estadio del proceso evolutivo, presupone un enfrentamiento
del sujeto a diversos cambios, as como a una nueva
situación social del desarrollo.
En lo social, los cambios que vivencia el anciano se
relacionan con la jubilación. En torno a esta se
manifiestan sentimientos de inutilidad, minusvalía y
pérdida de relaciones sociales. Ser sensible o no a estos
cambios, se debe a la existencia de alguna red de apoyo social y
recursos de
afrontamiento adecuados.
Resulta paradójico que la familia se
conceptualice como la más protectora de las instituciones
sociales, refugio para el individuo, a la vez que resulta un
lugar de conflicto y el
espacio para la comisión de actos violentos hacia el
anciano.
Las crisis del
sistema tradicional, las formas de vida moderna, unido a
creencias, estereotipos y prejuicios en relación con el
adulto mayor, propician que el anciano en su propio hogar sea
víctima de actos de violencia.
Para el maltratado esto se convierte en un secreto que se
significa en términos de vergüenza; se caracteriza
por su invisibilidad y deficiente registro; todo
ello – en mayor o menor medida – afecta la salud y la calidad de
vida del geronte, y por consiguiente su desarrollo
personológico.
En Cuba se han
registrado actos de abuso y maltrato al anciano, aunque en menor
cuanta y gravedad si se toman como referencia las estadísticas de los restantes pases
latinoamericanos.
En la provincia Granma, específicamente en el municipio
Manzanillo, escenario de la presente investigación, la violencia
domestica hacia los adultos mayores carece de investigaciones,
por lo que se plantea la realización de este estudio como
punto de partida para el abordaje de esta temática.
Asimismo, es notable la manifestación de altos dices de
violencia en el rea social compleja conocida por Reparto
Cayarí, perteneciente al área de salud atendida por
la policlínica Francisca Rivero Arocha de dicha ciudad, la
cual se manifiesta en gran número de las familias
residentes en la misma, destacándose como victimas los
adultos mayores. De este modo, cobra vital importancia el
análisis de como el maltrato que vivencia el anciano
define el significado y sentido subjetivo que adquiere esta en la
regulación del comportamiento, lo que se expresa en su personalidad,
de acuerdo a las valoraciones, actitudes y
representaciones del individuo hacia el hecho violento, as como a
las emociones y
reacciones resultantes del mismo. Así se diseña la
presente investigación:
Problema científico:
¿Cómo se configura subjetivamente la violencia
intrafamiliar en los adultos mayores que la vivencian,
residentes en el área de salud ubicada en el Reparto
Caymari de la ciudad de Manzanillo?
Objetivo general:
Caracterizar la configuración subjetiva de la violencia
intrafamiliar que presentan los adultos mayores que la vivencian,
residentes en el área de salud ubicada en el Reparto
Caymari de la ciudad de Manzanillo.
La
configuración subjetiva: una aproximación para su
estudio.
Un acercamiento a la subjetividad.
La ciencia
psicológica, a lo largo de su evolución, se ha dedicado al estudio del
sujeto, inmerso en un mundo de relaciones sociales donde, en el
proceso de socialización, la realidad del medio social
llega a constituirse en la subjetividad del individuo que, como
sujeto activo, interviene directamente en la formación del
sentido psicológico que esta tiene para él, lo que
le posibilita regularse y autorregularse.
La subjetividad es un sistema donde se constituye la psiquis
del individuo, formada a lo largo de su historia, en la que tiene
lugar la configuración de los hechos que esta vivencia, a
partir del sentido psicológico que cada instante de su
actividad cobra para l. La subjetividad, ante las exigencias de
los diferentes momentos de la existencia social del sujeto, se
configura y expresa de manera simultánea.
Desde que nace, el individuo experimenta situaciones diversas
que pasan a formar parte de su subjetividad individual, en la
medida que cada una de ellas posee un sentido; lo que posibilita
su organización a nivel personológico
en un sistema de configuraciones. Cada individuo en su ciclo
vital refleja el mundo de manera diferente. Así, una
determinada situación o hecho social que este vivencie,
puede suscitar diversos estados emocionales, actitudes e
interpretaciones ante ellos.
Para el estudio del proceso de constitución en la subjetividad individual
de los hechos que acontecen a nivel social, se toman en cuenta
las ideas que expone Fernando González Rey, en su
análisis de como los procesos y
configuraciones que de forma estable se organizan en la
subjetividad, se desarrollan constantemente y están
indisolublemente unidos a la permanencia del sujeto en la
sociedad; en
esta se externaliza permanentemente lo subjetivo,
objetivizándolo; a la vez que se subjetiviza lo social
nuevamente. De esta forma, el carácter social de lo subjetivo no puede
ser reducido a la relación de la constitución de la
subjetividad con los hechos y fenómenos que ocurren en la
sociedad; más que esto, supone la comprensión de la
subjetividad y su configuración como resultado de las
relaciones que es capaz de establecer el individuo con el medio
que le rodea.
Así, el sujeto adquiere un papel activo en la
formación de su subjetividad, pues la constitución
de esta tiene lugar en la medida que el individuo se relacione
con los hechos, objetos y fenómenos que acontecen en el
medio social donde se desenvuelve; cada uno de ellos cobra para
el sujeto un sentido psicológico, dejando de esta forma de
ser algo externo e instituyéndose como un nuevo elemento
en su sistema de configuraciones subjetivas. En esto juega un
papel determinante la decisión que, ante determinado
evento, toma el sujeto implicado. El ser humano como sujeto
activo en la construcción de su subjetividad, se apoya
en esta para su regulación comportamental, y en la propia
acción
individual transforma su subjetividad a través de sus
decisiones y sus comportamientos concretos.
El reflejo de la realidad y su constitución en la
subjetividad está mediatizado por las vivencias y
experiencias de cada individuo, las motivaciones que movilizan su
comportamiento, así como por la subjetividad social y la
individual ya constituida. Igualmente, cada uno de los
componentes de esta constitución subjetiva adquiere
significados diferentes, dentro de la historia propia de cada
sujeto y de las diferencias culturales expresadas como formas
diferentes de la subjetividad social. De este modo, en el proceso
constitutivo de la subjetividad individual se conforman
potencialidades de regulación psicológica que
tienen como lugar de expresión la personalidad, lo que
permite al sujeto incorporar un sistema de
información personal, con
matiz emocional, que exprese su continuidad histórica en
las reiteradas interacciones que establecen con el medio.
La configuración subjetiva es la unidad
dinámica donde se definen diversos sentidos subjetivos
derivados de las vivencias del sujeto. A pesar de su
constitución a nivel psicológico, estos son capaces
de expresar la calidad de las
diferentes actividades y relaciones sociales donde se inserta el
individuo. Las vivencias emocionales del sujeto dinamizan sus
necesidades, valores e
intereses, as como posibilitan una toma de conciencia de las
mismas, permitiéndoles elaborar sus propias
representaciones, portadoras de los sentidos, que
constituyen las configuraciones subjetivas.
La configuración subjetiva de determinado hecho o
fenómeno social no se convierte en expresión de lo
externo; en la constitución de lo subjetivo, lo externo
aparece dentro del propio proceso de objetivización de la
subjetividad del sujeto, el cual acta sobre el medio, produciendo
nuevos hechos o fenómenos que, cíclicamente,
devienen otra vez internos en el proceso de formación de
su sentido subjetivo.
El propio sujeto juega un papel activo en su acción
constructiva, mediatizando a través de sus
particularidades personológicas el sentido subjetivo que
una nueva experiencia tiene para él, integrándola a
su configuración subjetiva. El desarrollo
personológico de cada individuo supone la producción permanente de distintos
aprendizajes y expresa la
motivación intencional del sujeto hacia determinadas
actividades que producen estados emocionales intensos y que son
objeto de su atención.
Las configuraciones subjetivas pueden cambiar y
reestructurarse a lo largo del tiempo, pues
son sistemas que se
autorregulan con posibilidades de integración y desintegración, que
caracteriza de una forma u otra los sentidos subjetivos
dominantes en cada sujeto. A la vez se caracterizan por su
exclusividad para cada individuo, pues son resultantes de
construcciones de carácter complejo realizadas a
través de diversas expresiones conductuales del
sujeto.
Las configuraciones adquieren gran valor en la
regulación del comportamiento, por la importancia que
cobran en la actividad y vida cotidiana del individuo los
sentidos psicológicos, de acuerdo a la naturaleza
afectiva de la personalidad y por el sentido subjetivo de las
operaciones y
capacidades intelectuales
que se organizan alrededor de los báculos y las
actividades, que se constituyen a nivel subjetivo en las
diferentes configuraciones de la personalidad. El sentido
psicológico es, en s mismo, un moderador de la
subjetividad del sujeto, cuya aparición antecede al
comportamiento del sujeto en su medio social. El ámbito
donde el individuo se desarrolle se constituye subjetivamente en
la propia interacción con el contexto.
Fig. 1.- Esquema de la integración de las
dimensiones para el análisis de la configuración
subjetiva.
Representación: es donde se inicia el proceso
de modificación de las configuraciones, así como de
las experiencias y conductas que conllevan a las mismas. Las
representaciones individualizadas se construyen a partir de la
imagen en la
subjetividad individual de las conductas y fenómenos
sociales.
Valoración de las vivencias: es la
constitución personalizada de las consecuencias de la
inclusión del sujeto en sus sistemas de relaciones
interpersonales, valoradas como pérdidas y
adquisiciones, según los sentimientos y emociones que se
experimentan, derivadas de las
vivencias de los hechos y acontecimientos sociales.
Sentidos psicológicos: manifiestan la
expresión personal de los contenidos psicológicos
del sujeto, que constituyen las configuraciones subjetivas
mediatizadas por la experimentación de diferentes
sentimientos y emociones, traducidas en las actitudes del sujeto
ante determinado fenómeno, así como por las
valoraciones que hace cada individuo de sus vivencias.
Consideraciones
generales acerca de la personalidad del adulto mayor
La personalidad se forma y desarrolla como un reflejo del
conjunto de relaciones sociales que establece el individuo, de
las condiciones histórico- sociales de su vida, gracias a
su inserción en los sistemas de actividad y
comunicación que establece con los demás. Por eso,
la personalidad es una realidad de naturaleza biopsicosocial, que
se forma y desarrolla con la intervención del sujeto en la
actividad, mediatizando activamente su vínculo con las
influencias sociales externas y definiendo el sentido
psicológico de las mismas.
El desarrollo del individuo supone la sucesión de
diversos cambios en las características
personológicas y en la posición que ocupa en el
medio social. La peculiaridad y tipicidad en las neoformaciones
de cada etapa del desarrollo, se une al cambio
cualitativo, en el tránsito de una edad a otra, de estas
características. Cada período evolutivo se
diferencia por la estructura
cualitativamente superior de sus peculiaridades y representa un
salto hacia una nueva cualidad.
Abordar el tema del desarrollo implica necesariamente retomar
las ideas de Lev S. Vigotsky desde
su enfoque histórico -cultural. En uno de sus textos,
considera el desarrollo como: "proceso ininterrumpido de
automovimiento que se caracteriza en primer lugar, por el
constante surgimiento y la formación de algo nuevo,
inexistente en los estadios anteriores"[1]. De
este modo el desarrollo no consiste simplemente en un aumento
cualitativo de lo que fue dado en un principio, sino en la
transformación cualitativa de una forma a otra. Siendo
así, el desarrollo del individuo es resultado de las
condiciones sociales bajo las cuales se desenvuelve; de la misma
manera, estas actúan en dependencia de las
características psicológicas propias del
sujeto.
Con relación a esto, es válido retomar el
criterio de Vigotsky en su interpretación del papel del medio en el
desarrollo del individuo, al introducir la categoría
Situación Social del Desarrollo:
"aquella combinación especial de los procesos internos
del desarrollo y de las condiciones externas, que es épica
en cada etapa y que condiciona también la dinámica
del desarrollo psíquico durante el correspondiente
período evolutivo y las nuevas formaciones
psicológicas, cualitativamente peculiares que surgen hacia
el final de dicho período."[2]
Las particularidades de la adultez mayor dependen en gran
medida de la personalidad de cada anciano, de las condiciones del
entorno social y del estilo de vida
que se asuma; la edad quedaría relegada a un segundo
plano, si debido a las características antes mencionadas
el anciano se mantiene sano.
Cuando el individuo arriba a la adultez mayor, experimenta una
situación social del desarrollo única, donde se
perciben cambios que definen una posición nueva ante la
vida. El desarrollo personológico en esta etapa no cesa,
se caracteriza por una complejidad superior en relación
con los estadios precedentes.
Al envejecer, el individuo adquiere una nueva posición
en el sistema de relaciones sociales. Esto está
determinado, en primer lugar, por la llegada de la
jubilación: el anciano se retira por diversas razones del
mercado laboral,
perdiendo contacto con uno de los grupos primarios
más importantes. La desvinculación laboral supone
una reorientación a nivel social y psicológico,
debido a la pérdida de la posición social y la
actividad, así como de la estimulación intelectual
que esta trae aparejada. El adulto mayor siente restringida su
posibilidad de actuar en el teatro social,
excluido y con la obligación de buscar algo que hacer. En
torno a esto se configuran los nuevos roles sociales que debe
asumir el anciano, lo que resulta clave tanto para la percepción
social como para su autoestima.
Para este significa constituirse en un estorbo para los
demás, no tener nada que hacer y autodevaluarse, desde su
construcción individual y desde el imaginario social,
debido a los prejuicios y estereotipos instituidos en torno a la
ancianidad.
Perder el rol de trabajador, trae consigo que en el proceso de
postjubilación surjan nuevas actividades sociales para el
anciano, lo que depende en gran medida del contexto sociocultural
donde este envejezca. A pesar de la desvinculación
laboral, el anciano continúa teniendo una importante
participación social. Los nuevos roles que se asumen
definen la nueva posición social; la
organización de su tiempo libre incluye la
realización de diversas actividades de recreación. Muchos hacen suyo el trabajo
doméstico, dedicándose al cuidado de otras
generaciones, as como tareas domesticas.
A nivel comunitario, el adulto mayor se integra a diversos
grupos informales, participando mayoritariamente en las llamadas
asociaciones de mayores, tales como los círculos de
abuelos y las peas deportiva. De este modo, el sistema de
comunicación del anciano se reduce a su familia y los
coetáneos con los cuales interactúa. La
comunicación se convierte entonces en una de las
necesidades básicas de la etapa; a través de esta
el geronte gratifica su necesidad de ser tenido en cuenta.
En otros casos, la actividad que realiza el adulto mayor estar
determinada por la presencia de determinada limitación o
enfermedad, la convivencia en hogares de ancianos o por la
naturaleza de las relaciones del senescente con su familia.
La sociedad no precisa el contenido del papel del adulto
mayor; la ausencia de estas definiciones dificulta, sin duda, la
autorrealización de los ancianos. La falta de tareas
especificadas culturalmente conlleva a la dificultad de saber
donde concentrar los esfuerzos y donde volcarse para actualizar
las propias potencialidades. De ahí el aburrimiento, la
sensación de inutilidad y la necesidad de buscarse
actividades con que llenar significativamente el tiempo libre que
tiene.
Las tareas que el anciano defina que va a realizar en el
escenario social, pueden ser más o menos valiosas para
él, de acuerdo al reconocimiento social que se les asigne.
Esto puede influir en su decisión de cuáles tareas
realizar o que se resignen a las cuatro paredes del hogar. La
ausencia de definición de un rol social para el anciano
influye también en la dificultad para otorgar un sentido
de la vida pleno; parte de este se obtiene precisamente al
cumplir el rol básico asignado por la sociedad.
En el proceso comunicativo, el anciano encuentra el sentido de
su vida, mientras que se define la adaptación como
actividad que atraviesa y dinamiza el desarrollo en la etapa; el
adulto mayor potencia sus
capacidades para compensar las transformaciones que para el
resultan bruscas y amenazantes. Ser capaz de hacerlo, depende de
la experiencia que a lo largo de su vida ha adquirido. La
adaptación en esta etapa implica ser capaz de asumir las
pérdidas, elaborar duelos y enfrentar el dolor proveniente
de las limitaciones del propio organismo y de las frustraciones.
La aceptación del dolor y de las pérdidas no se
limita a una resignación pasiva, al contrario, implica una
lucha sostenida por tratar de obtener el máximo de
satisfacción de las circunstancias vitales.
El desarrollo personológico que alcanza el individuo en
este período se evidencia en la presencia de determinadas
características superiores propias de la etapa y que
determinan también la nueva situación social de
desarrollo. Estas, en estrecha relación con lo que se
planteaba anteriormente, se vinculan con la elaboración de
duelos y la representación de la muerte. En
la primera, el elemento fundamental es la pérdida del rol
social, y en otro orden, las pérdidas afectivas, donde se
incluyen la viudez y la muerte de
otros seres queridos (hermanos, amigos, otros parientes). A
partir de estos acontecimientos, el geronte comienza a percibir
su deceso cada vez más próximo, ha llegado la hora
de despedirse, de hacer un recuento de lo que ha podido hacer y
lograr en su existencia.
De este modo, jerarquiza la necesidad de legar al otro. Esta
regula el comportamiento del anciano en todas sus esferas de
relación y fomenta el desarrollo como cualidad
psicológica. El adulto mayor, sabiendo que ha legado al
otro, enfrenta la muerte con sentimientos diferentes, con la
satisfacción de haber sido útil en sus
últimos momentos de vida. Sin embargo, se consideran
aún más importantes las diferencias individuales y
como ha transcurrido la vejez hasta
ese momento como determinantes en la elaboración
individual de esta cualidad.
Los cambios corporales son parte indisoluble de la
situación social del desarrollo del anciano; estos cambios
están asociados al proceso de envejecimiento y son: la
disminución de la estatura y peso, seguido por el
enlentecimiento de los movimientos y reacciones del cuerpo, el
debilitamiento de los huesos, fuerza
muscular y los sentidos, disminución gradual del
rendimiento de órganos y funciones
biológicas, así como dificultades en la
audición y la visión.
El organismo humano experimenta esta disminución de la
misma manera que todos los seres vivos; sin embargo no lleva
implícita necesariamente el déficit o la discapacidad.
Concebirlo de esta manera convierte al anciano en un individuo
con futuro de menoscabo progresivo e inevitable, trasmitiendo una
actitud
fatalista de desánimo y temor frente a esta
situación.
La violencia hacia el
anciano como problemática actual: apuntes para su
estudio
La violencia no es un fenómeno moderno, al contrario,
durante siglos generaciones de personas utilizaron este método
para educar, resolver conflictos y
vencer resistencias,
no sólo entre individuos sino entre regiones enteras.
Estas conductas se instituyeron como concepciones de corte
tradicional que se mantienen hoy en día, sustento
básico de relaciones verticales, represoras, de discriminación, obediencia y respeto, que
generalmente lo que fomentan es dependencia.
La raíz etimológica de la palabra violencia
remite al concepto de
fuerza; implica el uso de esta para producir un daño;
la fuerza lleva al concepto de poder, por lo
que la violencia siempre es una forma de ejercicio del poder
mediante el empleo de la
fuerza, ya sea física,
psicológica, económica o política; implica la
existencia de un arriba y un abajo, roles reales o
simbólicos que se adoptan por los individuos.
La conducta violenta
es sinónimo de abuso de poder. Si bien en la
relación agresiva el objetivo es
dañar al otro, en la relación violenta la principal
motivación
es someter, aunque la consecuencia está determinada
generalmente por la forma de violencia que sea utilizada, ya sea
física, emocional o económica. Al uso de la
violencia corresponden la agresión y el maltrato. Mediante
la conducta agresiva se concreta la potencialidad agresiva, ya
sea verbal, gestual, física o emocional; lo esencial es
que esta conducta tiene un significado agresivo, tiene un origen:
el agresor; y un destino: el agredido. Esta tiene como
intencionalidad básica causar daño.
Por otro lado, el maltrato se define como el trato inadecuado
que se da entre los individuos. Este está determinado por
el contexto económico, político y social que
estimula o permite la violencia. De este modo, el maltrato es
causado por la existencia de una estructura de valores y normas que
aceptan la violencia como una forma de comportamiento posible. A
través del maltrato se ejerce el control de forma
represiva, los daños que provocan se vislumbran a nivel
social y emocional.
La violencia es un fenómeno multicausal, donde
convergen diversos factores. La interpretación de sus
causas conlleva al análisis de los diferentes espacios en
que los seres humanos se desarrollan, considerándolos como
subsistemas de un todo dinámico y escenarios donde
acontece la violencia.
Dentro de la práctica interpersonal de la violencia,
cobra vital importancia la violencia intrafamiliar (VIF).
Cristóbal Martínez define la violencia
intrafamiliar como: "Toda acción u omisión cometida
por algún miembro de la familia, que viole el derecho al
pleno desarrollo y bienestar del otro." [3]En
este, de manera implícita, se hace alusión a la
diversidad de acciones que
implican más que el golpear, y que a largo o corto plazo
dejan secuelas indelebles en las personas que la sufren.
Se han considerado como principales causantes de la violencia
intrafamiliar: la dificultad para controlar los impulsos, la
carencia afectiva y la incapacidad para resolver problemas de
manera adecuada, así como el abuso de alcohol y
drogas.
El tema del maltrato familiar hacia el adulto mayor como
problema social, implica un lento proceso de toma de conciencia
con respecto al impacto de este fenómeno en los
individuos, los grupos y en la sociedad en general. El interés y
preocupación por el maltrato al anciano como forma de
violencia intrafamiliar, se remonta a 1975 con la
publicación por primera vez de artículos en
periódicos y revistas británicas tales como: la
agresión contra abuelos y la violencia contra abuelos,
debido a la aparición frecuente de actos violentos hacia
el anciano en países de Europa y América
del Norte. Estas primeras referencias marcaron el inicio de otras
investigaciones relacionadas con las causas, consecuencias y
características del agresor.
El análisis de los temas relacionados con los adultos
mayores debe transformarse, convirtiéndose en una
preocupación nacional. A pesar de que en Cuba no se
considera el maltrato al anciano como problemática,
indudablemente los prejuicios y estereotipos sociales
relacionados con la vejez, la ideología del viejismo como actitud
aceptada en la sociedad contemporánea, convierten al
senescente en un individuo vulnerable al maltrato y al abuso.
Paradójicamente, estas actitudes son reproducidas por el
medio familiar donde mayoritariamente conviven hoy en da los
adultos mayores, manifestándose cada vez más la
práctica de métodos
violentos para dirigirse al anciano. Varios investigadores
intentaron definir el maltrato al anciano, en dependencia del
propósito de la
investigación. Las autoras consideran como la
más pertinente para la presente investigación la
siguiente:
"El maltrato al anciano es una conducta destructiva, ocurre en
el contexto de una relación que denota confianza y reviste
suficiente intensidad o frecuencia como para producir efectos
nocivos de carácter físico, psicológico,
social y/o financiero, de innecesario sufrimiento, lesión,
dolor, pérdida y/o violación de los derechos y
disminución en la calidad de vida para la persona mayor."
[4]La violencia hacia el anciano se ha constituido
en un fenómeno que ocurre con relativa frecuencia dentro
del medio familiar. En reiteradas ocasiones la escasez de cifras
y datos al
respecto, se deben al silencio que prosigue a la conducta
violenta, donde vecinos, amigos u otros familiares, tienden a
naturalizar o vivenciar de forma acética el maltrato,
tornándose como cotidiano, sobre todo las conductas
violentas que no son sancionadas como tal desde lo social y lo
legal. La violencia en el hogar hacia los adultos mayores se
considera como privada e íntima, algo de lo que las
personas ajenas no deben tener conocimientos o capacidad para
entender.
La dependencia (económica, emocional) hace que la
mayora de la víctima no delate a su victimario. Esto las
convierte en blancos perfectos para cualquier forma de abuso. Por
otro lado, los senescentes sienten temor a sufrir daños
mayores si acusan a su agresor; esto contribuye a que la
situación en el ambiente
doméstico continúe, debido al temor a las
represalias, los golpes o a la eliminación del sustento
económico, las órdenes irracionales y los castigos
permanentes, por lo que manifiestan un estado general
de confusión. Los miedos a la soledad y el aislamiento
traen consigo la aceptación por parte del adulto mayor de
las condiciones injustas e indignas que se le imponen en el medio
familiar donde es maltratado. Estas conductas pueden ser estables
o presentarse solo en ocasiones; en su aparición es
frecuente la presencia de historias previas de violencia
intrafamiliar, lo que presupone la repetición de ese
patrón, y por lo tanto resulta difícil darse cuenta
de que esa conducta no es normal.
Las consecuencias del maltrato al adulto mayor van más
allá de las lesiones físicas curables, ya sean
moretones, quemaduras o rasgos, sino que pueden presentarse
daños permanentes a nivel del sistema nervioso
central, así como discapacidades físico-motoras
permanentes por la mutilación de diferentes miembros.
Otras secuelas se perciben como alteraciones psíquicas o
estados de estrés
agudos, resultantes del vínculo violento; la permanencia
de este puede traer consigo la instauración de enfermedades o
síntomas psicopatológicos como la angustia y el
temor, ansiedad, que se consideran amenazantes en la esfera
emocional del sujeto. El senescente violentado puede sufrir
trastornos en su vida y comportamiento diarios; pueden aparecer
síndromes alcohólicos, comportamientos suicidas,
disminución de la capacidad proyectiva, temores
prolongados, desórdenes alimentarios y del
sueño.
A nivel psicológico son palpables las pérdidas
de autonomía, autoestima, y la autoculpabilización.
Esto afecta directamente la calidad de vida del senescente,
dañando su salud física y mental, de modo que
obstruye el bienestar integral del mismo
La VIF constituye una amenaza y negación de las
condiciones que hacen posible la realización de la vida y
de la supervivencia. Por lo tanto, las consecuencias de la misma
se reflejan en la conservación de la salud y el continuo
desarrollo de potencialidades psíquicas y
características personológicas, desordenando la
esfera emocional y posibilitando la vivencia de sensaciones de
malestar, tanto físico como psicológico.
Acercamiento a la
configuración subjetiva de la violencia intrafamiliar en
el adulto mayor
La personalidad constituye un fenómeno vivo que se
despliega en la persona total y concreta, aunque al ser examinada
se convierte en objeto de estudio psicológico revestido de
una especial singularidad, dada en primer lugar por el hecho de
que la personalidad es un fenómeno de realidad social.
La configuración subjetiva de la violencia en el adulto
mayor comprende el sentido subjetivo que adquiere esta para
ellos, expresada en la importancia que tiene la misma y como
afecta sus necesidades, intereses, aspiraciones y motivaciones.
El ámbito familiar donde prima la violencia hacia el
senescente, se constituye subjetivamente en el mismo, en la
propia interacción que él establece con el
contexto. Derivadas de las relaciones violentas, se experimentan
determinadas vivencias, emociones y sentimientos que permiten
atribuirle un determinado significado y sentido subjetivo.
De manera particular en el ambiente familiar, el cual se
constituye como espacio donde el individuo se desarrolla y pasa
la mayor parte de su vida, la configuración subjetiva de
la violencia intrafamiliar expresa la constitución
subjetiva de los diversos tipos de acciones y acontecimientos que
caracterizan este fenómeno y su manifestación en la
vida de estos individuos.
Desde este punto de vista, la violencia intrafamiliar hacia al
anciano se configura de acuerdo a diversas dimensiones, las
cuales definen el sentido psicológico de la misma, tales
como: la representación del fenómeno, la
valoración del mismo y las reacciones emocionales
derivadas de su vivencia. Los elementos dinámicos que
constituyen la configuración subjetiva de la violencia
intrafamiliar en el senescente, serán diversos en tanto
responden al conjunto de necesidades definidas en las relaciones
del adulto mayor con la familia a lo largo de su vida. En gran
medida esta responde también a la representación
social de la edad, la configuración subjetiva de sí
mismo y el desarrollo personológico.
La configuración subjetiva del hecho violento
está mediatizada, además, por la implicación
afectiva del anciano con el agresor y los conflictos que
dieron lugar al hecho violento; cobran vital importancia los
eventos
vitales normativos de la etapa, ante los cuales el individuo
anciano es sensible y definen su modo de pensar y actuar. Es
válido hacer mención a otros factores, tales como:
los mitos,
prejuicios y estereotipos personalizados, así como normas
y valores, motivos, vivencias, reflexiones, sentimientos y
emociones.
El vínculo violento puede provocar una reacción
emocional intensa de acuerdo a la importancia afectiva del
agresor para el anciano, por la calidad de las relaciones con esa
persona o con la familia en general. Estas situaciones de
conflicto entre familiares generarán diferentes estados
dinámicos en su configuración subjetiva.
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Autor:
Gladys Pérez Torres
Fecha de Nacimiento: 28 de julio de 1983
Ciudadanía: Cubana
País de residencia: Cuba
Estado Civil: Soltera
Dirección Particular: Edificio 108 apto
b-5 Reparto Camilo Cienfuegos. Manzanillo. Granma. CP: 87510.
Título: Licenciado en Psicología.
Universidad de
Oriente. Santiago de Cuba, Cuba.
Idiomas que conoce: inglés
Ciudad de nacimiento: Bayamo, Granma.
País: Cuba
Centro de Trabajo: Universidad de Granma.
Categoría docente: Profesor
instructor
[1] L.I Bozhovich, La personalidad, su
formación en la edad infantil, pp.192
[2] L.I. Bozhovich, La personalidad, su
formación en la edad infantil, pp. 196
[3] Cristóbal Martínez, Salud
Familiar, pp. 189
[4] Carlos Barros, La atención al
adulto mayor, un desafío de los años ´90,
pp. 98
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